La botica, los remedios y los canallas


Juan Diego Castro Fernández

La botica de don Willy Pirie, en Cartago a mediados de siglo pasado, era fascinante. Desde la elegancia y gentileza de aquel inolvidable boticario, sus espejos enormes y mágicos, sus frascos de porcelana y su mostrador impecable. Para los chiquillos de pantalones cortos, que teníamos la suerte de ser compañeros de Niqui, el nieto del doctor Pirie que nos invitaba,  era una suerte visitar ese rincón vibrante y misterioso. Vernos frente a los  espejos que transformaban nuestras caras y nuestros cuerpos, era  una aventura que nos paseaba por las fantasías infantiles de los años sesenta.   

Las boticas me llamaban la atención desde mi época escolar. Guardo gratos recuerdos de boticarios inolvidables como don Carlos García, doña Marina Umaña, don Consuelo Messeguer. Comprar tubos de ensayo, pinzas y mecheros en la Fischel por el Correo. Pesarnos en la romana de la Botica Jara por la Catedral, aún son memorias imborrables.  La botica era ese punto en la ciudad que  no solo surte de remedios a los enfermos, sino de esperanza a los que sufren. El mundo farmacéutico actual, local y global, funciona como aquella colección de espejos de la botica Pirie, pero al revés, donde las distorsiones no son ni mágicas ni simpáticas. 

El espejo del crimen Caja Fischel y el pago millonario de Emilio Bruce para no ir a la cárcel, brotó en los estrados manchando para siempre el mundillo farmacéutico criollo. El hedor de esa podredumbre perdura después de veinte años. Ese tufillo sigue recordándonos a los consumidores de medicinas, los negocios turbios de las pastillas de la avaricia y los jarabes de la codicia.  El arrepentimiento de Emilio Bruce y la devolución de sus millones mal habidos, marcaron un rompe aguas en la delincuencia de cuello blanco del empresariado costarricense. Los años pasaron y el mercado boticario se concentró en veinte dedos, los precios de los medicamentos nunca más bajaron, la burocracia se doblegó dócilmente, los registros sanitarios funcionaron al revés y a los ministros de los últimos gobiernos les prohibieron cumplir con sus deberes éticos y humanitarios.

El gobierno actual inició su justo plan, jurídicamente válido y socialmente correcto, para democratizar el acceso a la salud, rescatar la seguridad social, elevar los niveles de salud pública y proteger a los consumidores de medicamentos.  Esta acción política, postergada por los últimos gobiernos, ha enfurecido al grupúsculo boticario financiero que ha montado -en el último cuatrimestre- un complot tendente a desestabilizar el orden republicano, echando mano de la #prensacanalla y de algunas curules boticarias de los #partidos corruptos. En la administración anterior, noviembre 2018,  cayó la ministra de salud en el primer semestre (con hijo vendedor de marihuana incluido)… ¿Por presiones boticarias? Después vino el oscurantismo pandémico, el ministro fue deslumbrante juego artificial de la #prensacanalla, la manipulación y las sinvergüenzadas  se desparramaron desde la caja hasta la vendedora de mascarillas… la sociedad civil fue devastada, con la coautoría de la #prensacanalla.

Ahora la ordalía canalla levanta piras de leña verde contra el gobierno y su ministra, los espejos están invertidos y surgen las turbias imágenes de los  canallas y tagarotes escondidos detrás del mostrador. Mientras tanto, la sociedad civil observa fríamente y se prepara para defender sus derechos a la salud y a las medicinas a precios correctos… cómo dispone nuestra Carta Magna.

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